Junta Directiva 2021 – 2026 de la Academia Salvadoreña de la Lengua.


De izquierda a derecha: D. German Cáceres, Prosecretario, D. Carlos Ernesto Mendoza Carrillo, Tesorero, D.ª Carmen Lovey Argüello, Secretaria, D. Mario Alberto García Aldana, Director y D. Jorge Ernesto Lemus Sandoval, Vicedirector

Discurso en la Toma de Posesión de la Junta Directiva 2021 – 2026 de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

Señoras, señores, señoritas, amigos todos:



Me es grato dirigirme a ustedes para saludarlos afectuosamente y agradecerles su presencia. Inauguramos un nuevo ciclo en la vida de la Academia Salvadoreña de la Lengua, que en noviembre próximo cumplirá 146 años. Es un gran honor para mí ser el director de esta Junta Directiva que hoy toma posesión para los próximos 5 años. Es natural que me haya sentido eufórico y feliz cuando fui electo, pero al día siguiente y al pasar las horas me fui dando cuenta que me había metido en camisa, no de 11 varas, sino de 22,33 o 44 varas, por el gran peso que significa este cargo al ver la lista de los personajes ilustres y famosos que me precedieron y, más que todo, por la difícil situación económica en que estamos. Tendremos que ser creativos y tocar puertas y voluntades para sobrevivir.

En mi azarosa y ya larga vida varias veces me vi metido en camisa de 11 varas, más por necesidad que por intrepidez, y salí bien librado la mayoría de veces, casi de todas. Pero de esta solo podré salir con el concurso solidario de la Junta Directiva y todos los académicos y la ayuda de instituciones y personas sensibles a la cultura.

El famoso Jacques Yves Cousteau , fue un oficial naval francés explorador e investigador que estudió el mar y varias formas de vida en el agua. Describió la flora y fauna de las profundidades del mar y filmó muchos documentales, uno de ellos llamado “El mundo del silencio” fue multipremiado en festivales de cine. Cousteau fue también un imaginativo y genial divulgador de la ciencia y gran defensor del medio ambiente. Dijo frases famosas, como esta: “La medusa y el delfín se contentan con existir, el hombre puede saber y maravillarse ante ese saber”.

Los griegos fundaron lo que llamamos la Civilización Occidental, a través de más de dos mil años fue creciendo como una montaña, así la imagino yo, con dos laderas o vertientes que son las ciencias y las artes. Mi curiosidad intelectual me llevó a estudiar una ciencia noble, la Medicina, que es tributaria de otras ciencias como la biología, química, física y los prodigiosos inventos tecnológicos cada vez más sofisticados. A través de mis estudios literarios he podido, al menos, asomarme a la ladera de las artes, ámbito más diverso, que permite un incursionar infinito de la imaginación.

Esto lo he conseguido con disciplina y sacrificio, al robarle muchas horas al merecido descanso después de largas y agotadoras jornadas en los hospitales y la clínica y robarle horas al sueño. Al revisar la historia de la Academia he encontrado varios médicos miembros de ella, que indudablemente hicieron parecidos esfuerzos para poder estar al lado de la cama del enfermo o en la cátedra y estar integrado con notables y geniales cultivadores de la palabra y las otras artes.

Me permitiré mencionarlos comenzando con el Dr. Darío González, uno de los fundadores de la Academia, el17 de noviembre de 1875. Le decían el sabio por sus amplios conocimientos. El introdujo los rayos X en Centroamérica, apenas dos o tres años después de ser descubiertos en Alemania en 1895. Fue rector de la Universidad de El Salvador y Ministro de Educación. Escribió varios libros sobre muy diversos temas.

El Dr. Alberto Rivas Bonilla ingresó a la Academia en marzo de 1915 a los 24 años, cuando aún era estudiante de Medicina, pero a los tres meses envió una comunicación en que por “razones extrañas a su voluntad se veía obligado a poner su renuncia como miembro de la Corporación”. Se graduó en 1927. Reingresó a la Academia veinte años después de su renuncia, en 1935 y al año siguiente publicó su novela “Andanzas y malandanzas”. Fue un gran poeta y narrador. Por su diligencia y buen trabajo fue nombrado Secretario Perpetuo. Murió en 1985 a los 94 años de edad.

El Dr. Manuel Alfonso Fagoaga se graduó en 1930. No he podido saber la fecha de su ingreso a la Academia. Fue historiador y también miembro de la Academia Salvadoreña de la Historia. No he conseguido leer ninguno de sus escritos. Lo vi solo una vez por varios minutos.

El Dr. José Escalón fue un humanista que escribió ensayos filosóficos. Aún no he podido averiguar la fecha de su ingreso a la Academia. Lo vi solo una vez por cinco segundos.

El Dr. David J. Guzmán nació en San Salvador en 1845 cuando su padre era Presidente de la República. Hizo sus primeros estudios en la Universidad San Carlos de Guatemala. Después se graduó de médico en Paris, Francia. Al regresar desarrolló una intensa actividad científica y literaria. Las ciencias naturales fueron su estudio predilecto, pero en la multiplicidad de sus afanes abarcó diversas ramas del conocimiento. En misiones científicas viajó por los países de Centroamérica estudiando flora y fauna, estudiando el desenvolvimiento de la raza en cada uno de los territorios del istmo, su historia, topografía, etnia e historia natural. Enseñó por varios años las materias Clínica quirúrgica, Patología externa y Medicina operatoria en la Facultad de Medicina, fundó el Jardín Botánico, fue fundador y director del Museo Nacional que lleva su nombre, Viceministro de Relaciones Exteriores y de Instrucción Pública, fue diputado constituyente, director de la Biblioteca Nacional, escribió numerosos libros. Escribió artículos como este: “Lenguaje exterior y lenguaje interior. Estudio psico-fisiológico del lenguaje, bajo bases esencialmente científicas.”

El Dr. Guzmán se dio tiempo para ir a dar clases a la facultad de medicina de Nicaragua y fundar allá el Museo Nacional. Ingresó a la Academia en 1920. En 1925 escribió la Oración a la Bandera que todos aprendimos en las escuelas y colegios y recitábamos con fervor cívico el 15 de Septiembre. Murió en 1927. La del Dr. Guzmán es de las obras más abundantes de El Salvador, como su figura, es de altos relieves éticos, científicos, literarios y políticos.

En un esbozo histórico de la Academia Salvadoreña de la Lengua escrito por el Dr. Alfredo Martínez Moreno, publicado en el boletín número 21 en mayo del año 2003, aparece que ingresaron a la Academia los médicos José Llerena y Luis V. Velasco, pero no he podido saber la fecha de su ingreso ni sus atributos literarios; pudiera sr que ingresaron por su gran prestigio como científicos. El Dr. José Llerena, de origen guatemalteco, es considerado como el fundador de la ginecología y obstetricia en El Salvador. El año 1911 hizo la primera operación cesárea en el país. El Dr. Luis V. Velasco se graduó en 1904 y fue en las primeras décadas del siglo pasado uno de los más notable médicos clínicos. Su largo magisterio lo hizo en el 3er. Servicio de Medicina de Hombres del Hospital Rosales, que hoy tiene su nombre.

El Dr. Juan Allwood Paredes ingresó a la Academia en 1988. Fue uno de los pioneros de la Salud Pública en el país. A finales de los años cincuenta del siglo pasado creó el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Facultad de Medicina, del que fue profesor por muchos años. Publicaba un pequeño periódico mensual llamado Epacta, con artículos de la especialidad y novedades del mundo médico, pero lo que a mí más me gustaba leer era el editorial escrito por él; con una prosa elegante abordaba diversos temas de actualidad. Comencé a coleccionarlos. Aunque ya había cursado la materia, iba a su Departamento a conseguirlos. Llegue a tener como 25 ejemplares que se quedaron a la vera del camino. El Dr. Allwood tuvo varios cargos gubernamentales importantes y en organismos internacionales que le dieron gran prestigio. La Organización Panamericana de la Salud le dio el título de Ilustre de la Salud Pública en América y en Ginebra, Suiza, fue elegido para presidir un ciclo de reuniones de la Organización Mundial de la Salud, OMS. Escribió tres novelas, la primera, Osicala, recrea su infancia en esa ciudad, pero ambientada en la guerra civil. Por varias décadas escribió una columna periodística con cientos de artículos humanísticos y científicos.

También quiero mencionar a dos médicos excepcionales que fueron Académicos Honorarios. El Dr. Roberto Masferrer, patólogo, enseñaba Anatomía Patológica y Medicina Forense. Era un expositor admirable, sus clases era provechosas y amenísimas. Ya enfermo de leucemia conversé con él en el Hospital Médico-Quirúrgico del Seguro Social, se sorprendió mucho cuando le conté que había conocido y platicado con su padre, en Cojutepeque, donde creo que vivió sus últimos años.

Gracias a una patóloga, alumna de él, conseguí visitar al Maestro Masferrer en su casa, acompañado de ella. Pasamos una mañana platicando de muchas cosas en su abundante biblioteca. Después le diría a su esposa que hacía varios años que no gozaba de una conversación tan agradable. Al despedirnos me dijo que eso de decir: Hay nos vemos, no fuera una simple fórmula, que deseaba que siguiéramos platicando. Pero ya no hubo tiempo, murió cinco días después, súbitamente, como a veces mueren los pacientes con leucemia. En la siguiente semana apareció en las páginas editoriales de La Prensa Gráfica un artículo mío titulado “La conversación inconclusa,” recordando aquella visita inolvidable.

El otro médico Académico Honorario fue el eminente oftalmólogo Humberto Escapini, de fama internacional, jefe por muchos años del Servicio de Oftalmología del Hospital Rosales donde fue maestro de varias generaciones de oftalmólogos. Igual que el maestro Masferrer, tenía una gran cultura.

Pues bien, quise mencionar a estos colegas médicos y académicos para que sean recordados por algunos y conocidos por otros. Me queda a mí la aspiración de emularlos. Pero este es solo un compromiso personal. El compromiso importante es el de todos los académicos para salir adelante, pues como una corporación todos somos responsables. La primera acepción de la palabra corporación del diccionario de la Real Academia Española es: “Organización compuesta por personas que, como miembros de ella, la gobiernan.” Yo diría que, antes bien, han de preocuparse por su salud y su existencia.

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